Entonces el escenario se queda a oscuras. Oyes los gritos de miles de fans gritar tu nombre. Asomas la cabeza por un extremo del telón y ves la inmensa oscuridad iluminada por luces de cámaras y móviles, y manos ondeando sobre las gradas. Entonces, te dan la señal. Es hora de salir al escenario. Cierras los ojos por unos instantes y espiras lentamente, deseando que todo salga genial. Los nervios se apoderan de tu estómago, piernas y brazos. Luego, el labio inferior comienza a temblar también. Uno de los componentes del grupo te da un empujón para que salgas. Cierras de nuevo los ojos y das un paso hacia el escenario, mientras tus piernas tiemblan. Abres los ojos y la luz vuelve con gran intensidad hacia el estadio. Entonces, el silencio queda invadido por miles de gritos que gritan con más fuerza que nunca. Entonces sonríes y asientes con la cabeza mientras miras a tu alrededor. Los nervios se van de tu cuerpo y agarras con fuerza el micrófono:
¿Estáis listos para darle caña?
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